POR NAZARENO ALMIRÓN
Durante muchos años en la cátedra encaramos la temática de la tipografía animada, con el convencimiento de pertenecer ésta al ámbito de saberes que un diseñador gráfico debe poseer. La vigencia de este convencimiento es indiscutible y nos proponemos en este espacio repasar las problemáticas a las que nos enfrentamos, analizando exclusivamente trabajos realizados por nuestros estudiantes.
Movimiento vs. animación
Independientemente de la técnica, movimiento implica cambio. Este cambio puede ocurrir en una gran variedad de soportes, siendo hoy en día el más común la pantalla, pero también puede darse en otros ámbitos, como por ejemplo un espacio, donde los cambios en el espacio mismo o en el sujeto observador son los que generan el movimiento en sí.
Animación, por otro lado, es el acto de darle a un elemento inanimado, una ilusión de vida. Podemos entonces entender que otorgarle movimiento a un elemento es una forma de darle vida, pero no todo elemento en movimiento está animado. Así, diseñar un cartel estático que será emplazado a la vera de una ruta implica entender que quienes le otorgarán movimiento serán las personas viajando en sus vehículos, por lo que parte de la lógica detrás de las piezas animadas aplicarán también en este caso, pero por una cuestión práctica vamos a hacer foco en las piezas que incluyen animación.
Veamos dos ejemplos que trabajaron sobre un mismo texto, con dos resoluciones completamente diferentes:
Santiago Findlay Wilson, 2015
Marina Longo, 2015
El primer caso se acerca mucho más al concepto que podemos tener sobre gráfica en movimiento. Sin embargo si prestamos atención al segundo ejemplo, con menor cantidad de recursos gráficos moviéndose por la pantalla, los cambios se van sucediendo, guiando al lector a través de un texto organizado en grupos semánticamente independientes, con tiempos de lectura preestablecidos acorde a la longitud y dificultad de cada uno. Esto nos lleva directo al primer y más importante concepto relacionado con el diseño en movimiento.
El tiempo como principal organizador
A diferencia de las piezas estáticas, donde cada lector controla cuánto tiempo le dedica a la lectura de cada unidad semántica, en las piezas en movimiento el tiempo está predeterminado desde la creación, y es el diseñador el que debe decidir las diferentes duraciones teniendo en cuenta factores muy diversos, a los cuales los podemos agrupar en todo lo que tenga que ver con la cultura del lector promedio, el tipo de pieza que estemos diseñando -sea ésta informativa o persuasiva-, las cuestiones ambientales que puedan ayudar o entorpecer la lectura, y las decisiones visuales con las que más estamos familiarizados -composición, color, propiedades tipográficas, etc-.
Andrés Acosta, 2011
Así, como podemos apreciar en el ejemplo, los tiempos de lectura están ajustados de tal manera que no sean demasiado cortos como para no llegar a leer bien el texto, ni muy largos como para sentir que el tiempo nos sobra y la pieza se vuelva aburrida.
Desde ya que esta es una regla general, y pueden existir excepciones. Por ejemplo un tiempo excesivamente corto de lectura puede ser intencional para generarle una molestia al lector, jugar con su entendimiento o con fines puramente rítmicos y/o visuales. Tiempos demasiado largos pueden utilizarse con fines dramáticos o de énfasis.
¿Y qué ocurre con la composición?
Lo que en un diseño estático organiza la lectura -lectura global, orden de lectura, jerarquías-, en un diseño en movimiento queda relegado a una segunda instancia, por detrás de la dimensión temporal. Este segundo puesto en importancia no significa que se lo pueda descuidar: las mejores piezas hacen gala de un gran trabajo compositivo, sumando la dificultad de tener que resolver cómo estas composiciones cambian a lo largo del tiempo.
Ezequiel Guerrero, 2005
En este ejemplo, todos los elementos se mantienen constantemente en movimiento, sin que ello dificulte notoriamente la lectura, y el recorrido nos permite tener composiciones de muy distinta naturaleza que ingresan y egresan de forma orgánica, logrando que toda la pieza represente una gran composición.
La estructura del mensaje
Uno de los mayores desafíos a la hora de resolver una pieza en movimiento tiene que ver con la preparación del texto a presentar para que cumpla efectivamente con su función, pero que al mismo tiempo sea lo suficientemente sintético como para no ralentizar la pieza de forma excesiva, arriesgando a perder la atención del lector. La necesidad de este balance implica que un determinado texto no puede ser exactamente igual que el utilizado en una pieza estática, por más que ambas piezas deban comunicar exactamente lo mismo.
Se necesita entonces realizar un proceso de adaptación textual, que implica sintetizar y modificar la sintaxis al nuevo medio. Un error común al enfrentar este proceso es el de eliminar conjuntos de palabras tales como las preposiciones, pensando que la disminución en la cantidad de palabras resultará en un texto más sintético, cuando en realidad el resultado es un texto de mayor dificultad de lectura. De forma similar, hay quienes optan por convertir oraciones enteras en simplemente un listado de palabras clave, y si bien este recurso puede ser válido en un determinado contexto, hacerlo de forma sistemática nuevamente redunda en mayor dificultad de parte del lector para comprender completamente lo que está leyendo, demandando -paradójicamente- tiempos más largos de lectura resultantes de la mayor demanda cognitiva.
Glenda Ross, 2011
En este ejemplo el texto fue adaptado para un ritmo de lectura tranquilo, cada concepto dandole pie al siguiente de forma coherente y sin sobresaltos, y el ritmo general de la pieza acompaña de igual manera logrando gran cohesión no solo textual sino de la totalidad de los elementos, incluyendo la pista sonora.
Sin embargo esta libertad respecto a la duración de la pieza rara vez se da en ámbitos comerciales, y es en esos casos donde el diseñador debe estar más atento a lo que ocurre con todas las personas involucradas en la toma de decisión, y evitar en la medida de lo posible ceder ante la presión para colocar gran cantidad de texto en un corto espacio temporal.
La estética del movimiento
Ya hemos hablado brevemente de cohesión entre el texto, su representación gráfica, el ritmo y hasta el sonido. ¿Pero qué ocurre con la animación en sí?
Sin necesidad de meternos en las cuestiones técnicas, las distintas opciones con las que contamos para ejecutar piezas de gráfica en movimiento traen asociadas -en mayor o menor medida- distintas cargas semánticas que nos pueden ayudar a comunicar un determinado concepto, o por el contrario pueden percibirse como un ruido en la comunicación.
Martín González, 2006
En ese sentido, este ejemplo resalta por la elección de una técnica que trae aparejada una estética acorde tanto al contenido textual como a las propias decisiones gráficas -y tipográficas-. Analizando cada uno de los elementos puestos en juego, desde la composición, las pausas, los sonidos, hasta el uso de las letras para representar a los protagonistas de la historia, hacen de esta pieza un festival de coherencia semántica, y un gran ejemplo también -aunque inusual y si se quiere exagerado- de lo que significa animar.